El capitán de la Selección Argentina rememoró que estuvo muy cerca de no integrar el equipo que ganó la medalla dorada en Beijing 2008.
El origen de la historia tiene un punto de inflexión en la llegada de Pep Guardiola como entrenador de Barcelona, a mediados de 2008. Con los Juegos Olímpicos de Beijing a la vista para Messi, el conjunto catalán arrastraba dos años de sequía y había un desafío solapado con el deseo de la Pulga de buscar una medalla para su país: el repechaje de la Champions League.
“Cuando llegó Guardiola estábamos de pretemporada. Habíamos empezado a entrenarnos y teníamos Pre-Champions. Teníamos que clasificarnos a la Champions sí o sí, porque veníamos de dos años complicados; no éramos el Barcelona que después fuimos con él”, recordó Messi, que estuvo a punto de perderse aquellos Juegos en China porque resultaba clave su presencia en la serie mano a mano ante Wisla Cracovia.
Y siguió: “Yo estaba medio renegado en los días de entrenamiento, con caras largas, porque quería ir a los Juegos Olímpicos. Se dio cuenta enseguida de mi cara y por eso tuvimos una charla”.
¿Cómo se resolvió? Lo recordó el propio Messi, en diálogo con Clank: “Guardiola es una persona muy inteligente: se da cuenta de todo y no se le escapa nada. Recién nos conocíamos pero yo soy muy transparente; me conoció rápido. Me agarró y me dijo: ‘Quedate tranquilo que nosotros vamos a entrar a la Champions; vos andá, te voy a dejar ir a ganar los Juegos Olímpicos. Disfrutá y volvé que vamos a tener un año largo”.
Finalmente Barcelona, sin Messi, ganó la ida de local por 4-0 y cayó en la vuelta por 1-0, pero se clasificó a la fase de grupos y, meses después, se consagró tras vencer 2-0 en la final a Manchester United en el Estadio Olímpico de Roma.