Hace 45 años se estrenaba este film. Cómo el proyecto original fue tomando otro rumbo gracias a Biob Guccione, el creador de Penthouse. La pésima recepción crítica y el fenómeno inesperado de público. “Es una mezcla irresistible de arte y genitales” dijo la actriz Helen
El guionista original y el director pidieron, cada uno a su tiempo y con sus (malos) modos que sus nombres fueran eliminados de los créditos, el productor creó un equipo fantasma que filmó escenas de sexo explícito sin que el director supiera, los tres- director, guionista y productor- cruzaron acusaciones públicas y múltiples demandas judiciales, varios de los actores se encontraban en mal estado y sufrían por sus adicciones, el rodaje fue tortuoso, desde que comenzó a filmarse hasta que se estrenó pasaron casi cuatro años, el presupuesto original se multiplicó por cinco, fue censurada en muchísimos países, también fue perseguida su versión en un formato que recién aparecía: el VHS, los críticos la destruyeron, Gore Vidal, el guionista original, dijo que era la peor película de la historia. Calígula tuvo todo para terminar en un desastre pero resultó un éxito impensado que recaudó decenas de millones de dólares y se convirtió, en su tiempo, en la película independiente más taquillera de la historia.
Primeros planos de sexo oral, de penetraciones, orgías tumultuosas, actores prestigiosos, escenografía magnífica, un guión remendado mil veces, un director sin control de su material. Una mezcla difícil de comprender, algo irracional, no impidió que Calígula se volviera un hito de principios de los años ochenta. Fue el verdadero imperio romano de muchos jóvenes ochentosos. La competencia de Playboy
Bob Guccione era considerado por muchos un pornógrafo. Aunque él cuando tenía que llenar un formulario ponía Editor de Revistas. En 1965 había fundado Penthouse, la revista para adultos que venía a competir con Playboy. La estrategia de Guccione siempre fue correr los límites, dar algo más que la competencia. O, por lo menos, algo diferente. Así sus desnudos mostraban vello púbico cuando Playboy no lo hacía. Luego permitió que se vieran genitales y orificios anales de sus modelos. En cuanto a las notas, entrevistas y las secciones de narrativa era imposible jugar en la misma liga que la revista de Hugh Hefner; así que Penthouse se centró en indagar en los asuntos políticos y en las denuncias que conmovían a Washington. Hacía años que Guccione quería desembarcar en el cine. Fue productor asociado en Chinatown, The Longest Yard con Burt Reynolds y El Día de La Langosta entre otras. El cine le interesaba fundamentalmente por un motivo: era el territorio en el que Hugh Hefner, su némesis, había fracasado. En un libro sobre emperadores romanos, Guccione leyó la historia de Calígula y decidió encargarle un guión a Lina Wertmuller. No le gustó y lo rechazó. Ahora debía buscar un guionista y un director porque la italiana iba a desempeñar las dos funciones. John Huston no aceptó la invitación. Dijo que no había entendido qué pretendía Guccione (tal vez entendió a la perfección cómo se desenvolvería la producción y de ahí su negativa). El siguiente convocado fue Gore Vidal, un escritor de altísimo perfil, gran polemista y en esos años abocado a las novelas históricas. Escribió febrilmente durante meses. En el medio negoció bien: exigió un pago de 250.000 dólares y que su nombre estuviera en el título de la película. Gore Vidal’s Calígula. No era un Calígula cualquiera, era el de Gore Vidal. Decía que él quería eliminar la idea de que el autor de un film fuera el director: “Claro que hay excepciones como Bergman o Fellini pero la mayoría de los directores son parásitos que aprovechan el trabajo del escritor. Y, para colmo, muchas veces, casi siempre, lo arruinan”. Cuando lo consultaron si no era una manifestación desmesurada de ego poner su nombre en el título, Vidal decía que él no quería que confundieran su Calígula con el de Camus o con el de ningún otro.
Cuando leyó el trabajo del escritor, Guccione se decepcionó. Había muchas escenas de sexo homosexual y una sola heterosexual, pero esa era incestuosa, entre el emperador y su hermana Drusilla. Mandó reescribir todo. A Vidal mucho no le gustó pero hizo el intento.
El productor Bob Guccione filmó a espladas de Tinto Brass, el director, escenas de sexo explícita que incorporó a las orgías. Para ellas utilizó a las modelos de su revista Penthouse (Créditos: Penthouse Films)
La nueva versión fue rechazada por el productor y por el director. Guccione le pidió a Tinto Brass, el director recién contratado, que rehiciera la mayoría de las escenas.
Vidal amenazó con presentar una demanda, exigió el 10% de la taquilla como compensación y terminó retirando su nombre (en los títulos aparecía: adaptación de un guión de Gore Vidal). Mientras tanto aparecía en la televisión y en las revistas defenestrando a Guccione y a Brass. Ellos le contestaban cada vez que podían.
Estas discusiones no fueron pacíficas y se dirimieron en los medios. Tres megalómanos enfrentados divirtieron a los periodistas durante varios meses. Brass dijo que el guión de Vidal era obra de un viejo con ateroesclerosis y que si seguía injuriando en los medios, él se tomaría la peor venganza: publicaría el pésimo guión de Vidal. Gore Vidal dijo que Brass era un incapaz para peor una persona ridícula.
A la historia, Brass le agregó desnudos femeninos, símbolos fálicos como decoración de cada ambiente, sexo y orgías y quitó mucho del aura homoerótica. Guccione respiró satisfecho.
Un casting de lujo
Tinto Brass venía de dirigir Salón Kitty y se convertiría en un especialista en el cine erótico. Llegó a Calígula luego de que varios colegas rechazaran el puesto.
El casting parecía irreprochable. Estrellas, leyendas, ganadores del Oscar y jóvenes prestigiosos. Malcolm McDowell, el actor de la Naranja Mecánica, haría de Calígula. Estaban también María Schneider, Helen Mirren, Peter O’Toole, Sir John Gielgud.
Con los actores también hubo problemas. O’Toole venía de una rehabilitación por alcoholismo; el médico le había dicho que si tomaba una copa más su hígado implosionaría. Por lo tanto cambió el vino y las bebidas blancas por la marihuana. Cada segundo en el set estuvo drogado.
Malcolm McDowell tenía expectativas de que encarnar a un emperador romano escrito por Gore Vidal y acompañado por O’Toole, Gielgud y Mirren lo ayudara a reencauzar su carrera. Con el tiempo le echó la culpa a Calígula de su caída posterior. Dijo que no pudo recuperarse de la imagen que la película forjó de él, que entró en un estado depresivo y que ese rodaje fue una de las principales causas de que dejara Londres y se mudara a Los Ángeles.
Peter O´Toole estuvo drogado durante todo el rodaje. Malcolm McDowell estuvo convencido durante años que la película provocó una caída abrupta en su carrera (Créditos: Penthouse Films)
María Schneider duró apenas tres jornadas de rodaje. Renunció al ver que su personaje tenía que estar siempre con una túnica abierta mostrando los pechos y que debía participar en más escenas de sexo de las que había acordado.
La única que parece haber disfrutado fue Helen Mirren. Cuando le preguntan por la película ella sonríe y habla con pícara felicidad sobre ella. Definió Calígula como “una mezcla irresistible de arte y genitales”.
Los extras masculinos debieron desnudarse en el casting y fueron elegidos (o descartados) por el tamaño de su miembro viril.
Uno de los mitos que se mantienen vigentes afirman que la escena del parto no está recreada sino que es un montaje de tres partos reales. Sin embargo, quienes vieron el crudo de lo filmado por Brass lo niegan enfáticamente.
Guccione más que en la trama y las actuaciones estaba interesado en las partes sexuales. Aportó varias de sus Pets, las chicas de Penthouse (equivalentes a las conejitas de Playboy) para las escenas de las orgías. Pero cuando vio lo que Brass filmaba se enojó.
Había mujeres mayores, personas obesas (uno de los participantes de la orgía fue Eduardo Bergara Leumann) y varios con mal aspecto. De hecho, Brass convocó a gente de la calle, ex convictos y lúmpenes varios para darle más diversidad a la población de su Roma. Las chicas de Guccione estaban en el fondo o la cámara nunca se detenía en ellas. “Sólo enfoca mujeres feas”, gritaba Guccione.
El productor encontró una solución. Una vez finalizado el rodaje fue con otro director a los impresionantes decorados y filmó escenas sexuales explícitas con sus Pets, que luego insertó en el metraje final. En total de ese metraje porno quedaron alrededor de 7 minutos en la versión final.
El director Tinto Brass quiso contratar criminales reales para los roles de senadores romanos. (Créditos: Penthouse Films)
El sexo en Calígula
Así en Calígula hay fellatios, cunnilingus, anilingus, mucha saliva, semen, escenas lésbicas explícitas, penetraciones, eyaculaciones, fisting, violaciones, castraciones, sexo con enanos, necrofilia y varias cosas más.
Brass se negó a que se incorporaran esos injertos. Se desató una mamushka de causas judiciales. Brass demandó a Guccione por alterar su obra, Guccione a Brass por fraude, Gore Vidal a ambos porque sí.
Unos años después, cuando el escándalo había pasado, pero la desilusión permanecía, el director Tinto Brass dijo: “Yo quería filmar la orgía del poder, pero Bob Guccione mostró el poder de la orgía”.
El rodaje no había sido pacífico tampoco. Los actores veían que el proyecto se alejaba cada vez más de la idea original y temían por su carrera. Una tarde, Peter O´Toole se acercó a Sir John Gielgud y le preguntó qué hacía un Caballero de la Corona en un ambiente como ese. Gielgud señaló con la cabeza la piscina repleta de efebos desnudos y respondió: “Un buen espectáculo para la vista. A mis 62 años no lo encontraré en otra parte”.
En la postproducción hubo que doblar las voces y Peter O’Toole escapaba por el mundo para no hacerlo hasta que lo encontraron en Canadá y lograron meterlo en un estudio bajo amenaza.
Una de las grandes estrellas de Calígula es el director de arte Danilo Donatti, el dos veces ganador del Oscar, que se encargó de la escenografía y de la ambientación magnífica. Tanto es así que sus sets fueron conservados y utilizados para otras películas ambientadas en el Imperio Romano (obviamente sin su autorizarión). Un ejemplo: inmediatamente después del rodaje se escribió en tiempo récord Messalina Messalina, una comedia erótica banal, sólo para poder utilizar los decorados.
Donatti fue el encargado, además, de diseñar los más de 3.592 trajes utilizados y las más de 2.100 pelucas.
La película se empezó a rodar en 1976 y recién pudo estrenarse el 14 de agosto de 1979, 45 años atrás. Suele ocurrir que las filmaciones muy complicadas en las que sus inconvenientes y las desavenencias creativas y los excesos presupuestarios se dan a conocer hacen que las películas fracasen; esos problemas son como un virus que lastima definitivamente las posibilidades comerciales. En algún momento Guccione creyó que no iba a poder estrenarla y que perdería todo lo invertido.
Cuando aparecieron las primeras críticas fue peor. Fue demolida por los periodistas. Roger Ebert dijo que fue una de las pocas veces en que se levantó de su butaca y abandonó la sala. Luego escribió: “En las dos horas que vi no hay alegría, sensualidad, ni escenas de placer natural. Es una larga excursión nauseabunda: es una basura vergonzosa”. Le dio cero estrellas como calificación. El crítico de Variety dijo que se trataba de “un holocausto moral”.
Gore Vidal aportó su cuota de cizaña y opinó: “La película no es fea ni pornográfica. Es sencillamente ridícula. Y no podía ser de otra manera porque el director no es un mal director ni un pornógrafo; tan solo es una persona ridícula”.
Gore Vidal fue el guionista original. Su nombre iba a estar en el título de la película: Gore Vidal’s Caligula. Pero a Bob Guccione no lo satisfizo el guión y lo despidió.
A eso hubo que sumarle las dificultades para la exhibición. Sufrió censura en muchísimos mercados. Pero el morbo del público era más grande. En Italia recibió la ayuda de un juez remilgado, quien luego de 10 días de exhibición la prohibió. Cuando a las semanas fue repuesta, las filas para entrar a las salas eran de varias cuadras.
Recaudó, a valores de hoy, alrededor de 100 millones de dólares en los cines. Y una cifra similar en el VHS. En los ochenta todo el mundo quería alquilar Calígula y ver si era cierto lo que se decía sobre ella.
Calígula tuvo una nueva resurrección cuando el año pasado se estrenó en el festival de Cannes Calígula: The Ultimate Cut. Una nueva versión extraída de las 90 horas de material que Brass filmó en 1976. Esta versión llevada a cabo por Thomas Negovan, no sólo eliminó todas las escenas explícitas que agregó Guccione a espaldas del director. Por lo general los Director’s Cut o las nuevas versiones de clásicos tienen dos o tres escenas nuevas que fueron descartadas en el montaje final. Sin embargo esta Calígula es una excepción. Cada uno de sus fotogramas es inédito. Negovan intentó conciliar el guión original de Vidal con la visión de Brass para crear una nueva película. Los críticos la elogiaron y se detuvieron en especial en la actuación de Malcolm McDowell y en la de Helen Mirren que pasa de tener 9 minutos en pantalla en la original a casi una hora en esta.
Bob Guccione quiso filmar una especie de Citizen Kane en el Imperio Romano. Lo que terminó haciendo, finalmente, fue otra cosa, una película inimitable. Lo que terminó haciendo fue una desmesura como Calígula. Y no fue poco.