A través de boquetes en la pared, vecinos del galpón de la oenegé concretaron más de 25 robos en 6 meses. “El efecto en nosotros es devastador”, señaló Juan Frangioli.
El Banco de Alimentos de Resistencia es una entidad sin fines de lucro que asiste con mercadería a alrededor de 160 organizaciones; las cuales, a su vez, la distribuyen entre comedores, merenderos y las familias vecinas de bajos recursos.
Esta oenegé no cuenta con afiliaciones políticas ni religiosas. Su labor, a través de voluntarios ad honorem, es recuperar alimentos de la industria y grandes comercios “que no pueden ser destinados a la venta pero están en buenas condiciones para el consumo”, explicó Juan Frangioli, voluntario del Banco.
“Existe una sola persona contratada por el Banco de Alimentos, el resto somos todos voluntarios ad honorem”, explicó a NORTE, sobre la institución que hace seis años realiza entregas programadas a ocho grupos de 20 organizaciones.
Dos cuestiones se dispararon desde comienzos de este año. Por un lado, se multiplicaron las solicitudes de asistencia alimentaria (desde que el Estado nacional definió dejar de cumplir ese rol) y, por otro, se multiplicaron los robos, lo que llevó a los voluntarios del Banco de Alimentos a triplicar sus esfuerzos. “Imaginen que hacemos esto ad honorem, con un espíritu voluntario y colaborativo para ayudar a la gente y es esa misma gente la que roba. Es realmente muy desalentador”, señaló el voluntario.
A la fecha, el Banco de Alimentos tiene realizadas 12 denuncias en la Comisaría 13ra de la capital chaqueña, que cuenta con jurisdicción sobre 25 barrios y algunos espacios rurales de la zona norte de Resistencia. “Es impecable la colaboración y la asistencia de la comisaría, es para destacar, pero no alcanza. Y tampoco pretendemos que brinden asistencia las 24 horas al depósito con un patrullero ahí, menos teniendo en cuenta la cantidad de quilombos que hay en la ciudad y en esta zona en particular”. Además, padecieron otros 13 robos, pero no los denunciaron formalmente, por diferentes cuestiones.
DESBORDADOS POR LA SITUACIÓN
En apenas seis meses, se contabilizan 25 robos al galpón. “Hemos llegado a hacer barricadas del lado de adentro con pilas de pallets para que, cuando rompan la pared, se encuentren con eso”, detalló Juan.
“Siempre tratamos de mantener un perfil bajo y que la ayuda que hacemos sea desinteresada y no hacer propaganda con esto ni mucho menos. Hoy la realidad nos empuja a los medios de difusión para buscar una empresa o alguien que quiera colaborar, precisamente para que podamos reforzar la seguridad. Incluso alguna entidad pública que quiera involucrarse, aunque siempre repetimos que no queremos vincularnos a la política ni a la religión. Estamos desbordados por la situación, arreglado boquetes una y dos veces por semana”, contó.
En promedio, calculan que en cada robo extraen entre 100 y 200 kilos de alimentos. “Gran parte queda en el piso de cuando salen a correr, se rompen los paquetes y es un gran desperdicio, lamentó. Y precisó que “no buscan dinero, que además no hay, ni sillas u otros elementos, hacen boquetes exclusivamente para robar alimentos como fideos, arroz, yerba, azúcar”.
“La gota que rebalsó el vaso es ver por las cámaras de seguridad que son niños los que ingresan por los boquetes. Meten criaturas arriesgando su vida”, lamentó Juan.
UBICACIÓN DESFAVORABLE
Sobre la ubicación del depósito Juan detalló que “al estar rodeados de monte es muy fácil acercarse para ingresar por los laterales o por atrás y luego del robo correr y perderse en la vegetación”.
El galpón se encuentra en medio de un descampado, próximo a dos barrios con marcados índices de pobreza y delincuencia de la capital chaqueña. Ángel de la Guarda y Don Santiago son dos de los barrios que mayor asistencia alimentaria reciben y, al mismo tiempo, principales sitios de residencia de quienes ingresan a robar.
“Nos tienen recontra estudiados y entraron tantas veces que conocen todo el depósito y la forma de trabajar. Han ido perfeccionando sus métodos de robo. Primero nos robaron los aires acondicionados del exterior, después rompían las chapas laterales del galpón y entraban por ahí, y por último empezaron con los boquetes en las paredes de hormigón. Como el hormigón es duro, los agujeros que hacen son pequeños, por lo que hacen ingresar adultos de cuerpo pequeño o directamente niños”, relató Juan, quien observó los hechos a través de las cámaras de seguridad. “Todas las últimas veces eran niños, lo cual es mucho más preocupante por el mensaje que les dan a esos niños”, resaltó.
Por último, reiteró el llamado a colaboración para reforzar la seguridad: “Queremos ver si con la ayuda de la comunidad, de empresas o de alguna entidad podemos seguir laburando”.