El uso del miedo como herramienta de poder no solo afecta la seguridad emocional de los niños, sino que también perpetúa un trato irrespetuoso hacia sus necesidades.
En los últimos días, las redes sociales han popularizado videos donde adultos disfrazados, usualmente del Grinch, irrumpen en reuniones familiares y aterrorizan a los niños. Estas “bromas” incluyen quitarles juguetes, perseguirlos e ignorar su evidente angustia, mientras los adultos alrededor ríen y filman la escena. Sin embargo, estas prácticas están lejos de ser inocuas, ya que afectan profundamente el bienestar emocional de los menores.
Los especialistas advierten que estas experiencias pueden generar sentimientos de traición y desconfianza. “Los niños dependen de un entorno protector para construir su confianza básica en el mundo, y cuando se los aterroriza, comienzan a perderla”, señalan. Las imágenes muestran a niños indefensos que pasan de la calma al pánico en cuestión de segundos, sin recibir contención alguna por parte de los adultos que deberían protegerlos.
Aunque estas prácticas puedan parecer nuevas, tienen raíces históricas. En Europa, por ejemplo, figuras como el Krampus se utilizaban para disciplinar a los niños mediante el miedo. Estas tradiciones reflejan una relación desigual entre el mundo adulto y la infancia, donde los adultos imponen reglas y los niños son forzados a participar en situaciones que no eligen.
El uso del miedo como herramienta de poder no solo afecta la seguridad emocional de los niños, sino que también perpetúa un trato irrespetuoso hacia sus necesidades. “Es fundamental que el miedo se introduzca de manera controlada y dentro de un marco de contención, como en cuentos o juegos simbólicos diseñados para su edad”, destacan los especialistas. Este tipo de actividades les permite explorar sus emociones de manera segura, siempre bajo el apoyo de los adultos.
En lugar de minimizar el impacto de estas bromas, es necesario reflexionar sobre el trasfondo psicológico que las alimenta. ¿Por qué los adultos proyectan sus propias sombras en la infancia? Como lo explora Ágota Kristóf en su obra “Claus y Lucas”, los horrores impuestos por los adultos pueden moldear profundamente a los niños, desdibujando su inocencia y convirtiendo sus experiencias en reflejos de las heridas no resueltas de las generaciones anteriores.
La infancia no debe ser un escenario para nuestras proyecciones ni para espectáculos de entretenimiento a costa de su vulnerabilidad. Reconocer y cuestionar estas prácticas es el primer paso para construir un entorno más respetuoso y seguro para los niños.