Vergüenza en cumbre de la Celac: por evitar críticas a Trump, Argentina quedó aislada y sin apoyo por Malvinas

Nuestro país se abstuvo de firmar la declaración final de Tegucigalpa para no enfrentar al presidente estadounidense. La ausencia de Javier Milei, el bajo nivel de representación diplomática y el silencio sobre Malvinas generaron fuertes críticas regionales y profundizaron la crisis interna de la Cancillería.

En un nuevo capítulo de la política exterior marcado por el alineamiento con figuras de la derecha internacional, el Gobierno argentino decidió no suscribir la declaración final de la Cumbre de la Celac celebrada en Honduras, para evitar confrontar con la política arancelaria de Donald Trump.

La decisión no fue gratuita: por desmarcarse de una crítica implícita al republicano estadounidense, Argentina se quedó sin respaldo regional para el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, un gesto diplomático que había sido constante en anteriores encuentros multilaterales.

Mientras Javier Milei se mostraba sonriente con Santiago Peña en Paraguay, en Tegucigalpa una vez que jefes de Estado latinoamericanos – entre ellos Lula da Silva, Claudia Sheinbaum y Gustavo Petro – firmaban la Declaración de Tegucigalpa, un texto que promueve la unidad regional y cuestiona las restricciones comerciales impuestas por Washington. Aunque el nombre de Trump no figura en el documento, el mensaje fue claro: “Rechazamos las medidas coercitivas unilaterales que afectan al comercio internacional”. Pero Argentina, Paraguay y Nicaragua decidieron quedarse al margen.

El escándalo no se limitó a la firma de la declaración. Gerardo Werthein, flamante canciller, eligió enviar al encuentro a Alexis Am, director de Asuntos Regionales, un funcionario de bajo perfil que, en clave diplomática, fue leído como un desplante hacia los países miembros.

Según trascendió, la anfitriona Xiomara Castro dio por cerrada la cumbre sin acuerdo total, mientras los enviados de Argentina y Paraguay protestaban a los gritos. El reclamo por Malvinas, habitual en estos foros, brilló por su ausencia colectiva. Solo algunos mandatarios se expresaron a título personal.

La crisis interna en Cancillería se profundizó tras esta desprolijidad. Aún resuenan los coletazos del voto a favor de levantar el embargo a Cuba en la ONU, una postura tradicional de la diplomacia argentina desde los años ’90, pero que ahora desató un vendaval interno (ese voto costó el cargo a Diana Mondino y abrió sumarios administrativos a toda su plana técnica). Quien instruyó la decisión fue el vicecanciller Eduardo Bustamante, luego de consultar con funcionarios cercanos a Santiago Caputo, como Juan Carreira y Nahuel Sotelo. Fue ese mismo círculo el que redactó el mensaje del 2 de abril de Milei sobre las Malvinas, que generó denuncias por sugerir una posible autodeterminación de los isleños .

La contradicción no tardó en aparecer. En 2023, durante la anterior cumbre de la Celac, el gobierno de Milei sí emitió una declaración que pedía el fin del embargo a Cuba, y a cambio obtuvo respaldo por Malvinas. Ahora, tras el alineamiento con el trumpismo, Argentina no solo quedó sin firmar el documento, sino también sin apoyo colectivo por la soberanía del Atlántico Sur. Ni siquiera se logró incluir una referencia simbólica. Lo paradójico es que los mandatarios que más cuestionan a Milei – como la propia Castro o el uruguayo Yamandú Orsi – sí mencionan la situación “colonial” de las islas en sus intervenciones individuales.

En Cancillería hay bronca acumulada. Aseguran que la gestión actual ha protegido a ciertos diplomáticos cercanos al PRO, como el vocero de Mondino, Gerardo “Gerry” Bartolomé, ahora premiado con el consulado en Nueva York. Otros, como Cristina Dellepiane, ascendieron a cargos clave pese al clima de sumarios cruzados. Mientras tanto, el área sigue sin dirección clara, sin representación jerárquica en los foros clave, y con una línea de política exterior cada vez más subordinada a las decisiones del círculo íntimo del Presidente.

La Declaración de Tegucigalpa, firmada por 30 de los 33 países miembros, reafirmó la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, un compromiso con el multilateralismo, los derechos humanos, la soberanía y la integridad territorial. Además, promovió que el próximo secretario general de la ONU sea latinoamericano o caribeño. Sin dar nombres, los líderes recordaron que solo uno de los nueve que ocuparon el cargo provino de la región. Entre los mencionados en los pasillos figura Rafael Grossi, actual titular del Organismo Internacional de Energía Atómica.

La cumbre evitó referirse a temas espinosos como Cuba, Venezuela o Palestina, pero sí abordó la situación en Haití y la necesidad de estabilidad regional. Las críticas más duras a las políticas migratorias de Trump, y al régimen carcelario de Nayib Bukele en El Salvador, quedaron en los discursos individuales. Y Argentina, una vez más, quedó fuera de las decisiones importantes, atrapada en su propia estrategia de silencio.

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