En este Día del Maestro, Diario Chaco dialogó con Claudia Escalante, docente chaqueña de primaria recientemente jubilada, quien compartió todo lo que significa estar del otro lado del pupitre: “No son solamente las horas en el aula”.

Hay personas que marcan para siempre, no solo porque enseñan a leer, escribir o resolver números, sino porque dejan huellas profundas y transmiten enseñanzas de vida que perduran en el tiempo. Un claro ejemplo de ello son los maestros.
En este Día del Maestro, Diario Chaco dialogó con Claudia Escalante, de 53 años, docente de primaria recientemente jubilada, quien compartió lo que significa estar del otro lado del pupitre.
Cuando se le preguntó qué significó para ella ser maestra, su respuesta fue tan simple como contundente: “Es una vocación de servicio, sin vocación docente no se puede ejercer la profesión”. Esa palabra —vocación— tantas veces repetida y hasta utilizada para minimizar el valor de la tarea, pareciera diluir el carácter de trabajo que tiene la docencia: jornadas completas de esfuerzo, preparación constante y responsabilidades que trascienden las horas frente al aula.Claudia lo expresó con claridad y firmeza: “Claro que es un trabajo, no son solamente las horas del aula y me voy. En estos 30 años de profesión, no hubo día y fin de semana que no me haya llevado trabajo a mi casa,pero además de un trabajo es una vocaciónporque no se puede estar con tantos chicos si uno no siente el amor y la entrega por lo que hace”.
La mística del aula, ese espacio donde la pasión docente vence las dificultades, fue para ella un refugio: “En el aula era yo, encontré la felicidad allí”.

Pero también está la otra cara, la del reconocimiento en materia salarial. Claudia no dudó en remarcarlo: “Exactamente por eso es una vocación, los docentes siempre estuvimos mal pagados, siempre, nunca llegamos a fin de mes -independientemente del gobierno- y nos merecemos que nos paguen mejor. Muchas veces hasta ponemos plata de nuestros bolsillos para que las cosas salgan bien. No hay docente que no tenga un segundo trabajo para poder pagar las cuentas, y creo que eso es lo más honroso y
es por eso que es una vocación, porque no te vas por el sueldo (aún sabiendo que no alcanza), vas porque tenés personas a cargo, es poner el cuerpo”.
Esa entrega también se refleja en la dimensión humana de la tarea docente. Claudia recordó que el acompañamiento no se limita al estudiante: “Nosotros no solamente acompañamos al alumno sino a toda la familia, el niño no viene solo, uno entra de uno u otro modo, a la dinámica familiar, sobre todo si hay algún conflicto con un alumno. Siempre traje alumnos a mi casa (y gratis) después de clases ya sea porque necesitaban refuerzo o acompañamiento”.

Su experiencia se centró en la escuela pública, un espacio donde la desigualdad es palpable: “Muchas veces esos chicos no pueden pagar una escuela privada entonces ¿qué puedo yo más que ofrecerles un abrazo, amor y educación? porque enseñar va de la mano de educar. Hice todo lo que pude, quería que estudiaran y que salieran bien en el ingreso a la secundaria”.
Finalmente, dejó un mensaje claro a quienes suelen subestimar la tarea: “Muchas personas desestiman a los docentes porque no logran ver que estar en el aula esas horas solamente es la punta de un iceberg, es todo lo que te mencioné y más”.
Claudia se jubiló después de tres décadas de dar clases, pero sus palabras resumen lo que miles de docentes sienten: que ser maestro no es solo un trabajo ni únicamente una vocación, es sostener con el cuerpo la incertidumbre de la vida para que los chicos despeguen.
