La realidad de los creadores de contenido en Europa desmiente la fantasía de que los likes y la visibilidad aseguran ingresos estables. Muchos influencers con miles de seguidores retomaron trabajos convencionales ante la caída de las colaboraciones y la volatilidad de las plataformas. La economía de la atención muestra su lado más crudo: la popularidad en redes no siempre paga las cuentas.
En los últimos meses, numerosos influencers europeos reconocen lo que antes parecía imposible: la necesidad de volver al trabajo tradicional. Perfiles que acumulaban seguidores y lograban colaboraciones importantes admiten que los ingresos generados por sus redes sociales no alcanzan para cubrir gastos cotidianos ni mantener un estilo de vida estable.
La promesa de vivir solo de la creación de contenido se enfrenta a la realidad económica: las marcas ajustan sus presupuestos, los algoritmos cambian sin aviso y la exposición en redes no garantiza pagos recurrentes. La constancia y la autenticidad, claves del discurso influencer, no son suficientes para sostenerse financieramente.
El fenómeno evidencia la fragilidad del modelo de negocios digital: quienes antes eran percibidos como ejemplos de éxito absoluto ahora se reincorporan a empleos convencionales. Para muchos, no se trata de un fracaso personal sino de un ajuste a la realidad económica: la visibilidad y los likes no sustituyen un salario estable.