Política y superstición: acerca del fenómeno Milei

En este texto, el psicólogo y docente Damián Leikis, aborda la figura de Javier Miliei y su ascenso político desde la mirada psicoanalítica.

Es sabido que el surgimiento mediático de Javier Milei precedió su ingreso al escenario político, ambiente al que enfáticamente menosprecia y denosta, haciéndolo responsable de las penurias económicas de los argentinos. No fue sino hasta el año 2019 que, el hoy candidato más votado en las elecciones primarias, decidió sumarse a las filas del colectivo al que siempre despreció.

En el libro recientemente publicado: El Loco. La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina (Planeta 2023) se dan a conocer detalles sobre “la misión” que el candidato a presidente libertario manifiesta le fue dada para su vida y que determinó el viraje hacia la actividad política.

Según Juan Luis González, autor del libro, “la misión” se le reveló a Milei luego de la muerte de su perro/hijo llamado Conan en un episodio no demasiado claro en el que se entremezclan comunicaciones telepáticas con animales, manifestaciones sobrenaturales que confirman la existencia de Dios, clonaciones con fines de reencarnación y otros sucesos de tinte esotérico.

Tampoco debemos dejar de tener en cuenta que es de público conocimiento que Karina Milei, hermana y mano derecha del candidato, tiene como fuente de consulta recurrente a elementos del más allá a la hora de tomar decisiones políticas y partidarias. 

De lo que rechazamos

En el año 1901 Sigmund Freud (referencia 1) relaciona a la superstición con un modo particular de negación y rechazo de ciertas motivaciones inconscientes que el sujeto ubica en el mundo exterior, desconociendo el origen interno de las mismas. Compara este procedimiento con el que realizan los paranoicos cuando encuentran en un suceso fortuito de la realidad (casualidad) una mala intención para con ellos (causalidad).

El supersticioso, al igual que el paranoico, proyecta en el mundo exterior sus motivaciones inconscientes encontrando en el azar de aquel un espejo de sus propias intenciones bajo la forma de una realidad metafísica.

Ahora bien, este tipo de mecanismo psíquico se pone en juego de forma regular en la postura que cualquiera asume frente al mundo. es decir, que no participa solamente en casos patológicos.

La enorme agudeza del psicoanalista vienés consiste en no atribuir a la locura conflictos diferentes de los que atañen al resto de los mortales.

Todos, en tanto sujetos atravesados por la cultura y constituidos al calor de los avatares de la estructura del lenguaje, compartimos dilemas y encrucijadas comunes. La diferencia radica en qué mecanismos son los que tramitan esos conflictos. Es de ese fondo común del que se valen los procesos colectivos en los que participamos como sociedad, habilitando diversas maneras de tratamiento de lo que no anda y hace obstáculo al cumplimiento de las aspiraciones de una comunidad.

De lo que se trata, es de cómo cada quien, en el marco de una determinada sensibilidad social, orienta y hace jugar, en las relaciones con la realidad y los otros, sus creencias y frustraciones. 

Odio a la “casta”

Asistimos a una época en la que nuevos liderazgos asoman al mundo sin atenerse a las configuraciones tradicionales de la psicología de grupos en donde un líder, y la masa que lo sigue, se mantienen unidos por el amor a un ideal común.

Basta observar como figuras controvertidas y polémicas como Bolsonaro, Trump, Putin, Boris Johnson, por citar ejemplos relevantes a nivel internacional -personajes con los que Javier Milei manifiesta afinidad ideológica y alianzas políticas- accedieron a lugares de poder sostenidos en una retórica cargada de odio y agresivos exabruptos en contra de sus opositores, siempre justificados por el previo ataque o complot del que son víctimas.

Se trata de líderes que no necesitan ser amados ni creíbles para conseguir el apoyo popular, figura redentora que en la actualidad asume las preocupantes formas de un bravucón que conduce acéfalamente a la pulsión de muerte que anida en el seno de las sociedades (referencia 2), demostrando que el odio también tiene la capacidad de aglutinar, pero ciertamente no de conformar un colectivo solidario garante de condiciones de vida dignas para las personas.

Conviene recordar lo expresado por el psicoanalista francés Jacques Lacan cuando, a propósito de los fenómenos de segregación social, afirmaba: “(…)…Son muy pocos los sujetos que pueden no sucumbir, en una captura monstruosa, ante la ofrenda de un objeto de sacrificio a los dioses oscuros” (referencia 3)

¿Es ese nuestro destino como sociedad?

Damián Leikis es licenciado en Psicología y practicante del psicoanálisis. Miembro de la Agrupación psicoanálisis en la Ciudad. Docente universitario en la Universidad de la Cuenca del Plata (UCP) y la Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales (UCES).

Referencias 

1 Freud, S. Psicopatología de la vida cotidiana. Ed. Amorrotu. 2010

2 Faraoni, j. Vaschetto, E. Lo heterogéneo en Estudios Sobre Lo Real En Lacan. Xoroi Ediciones, 2020.

3 Lacan, J. El Seminario. Libro XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós, 1987.

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