Valentino Destefano tiene 18 años, ataja en la reserva de Claypole y sus padres le inculcaron la práctica religiosa, que recomienda a sus compañeros: “A mí me ha dado tranquilidad espiritual”.
Valentino Destefano se levanta a las cuatro de la mañana todos los días. Sale de su casa en José Mármol, en el municipio de Almirante Brown, a las cinco para llegar a tiempo a Pontevedra, al oeste del Conurbano Bonaerense, donde entrena con la reserva de Claypole. Las tres horas que le demanda el trayecto lo cansan, pero también lo desafían a transformarse en una mejor persona y alcanzar el objetivo trazado: ser el arquero de la Primera División del club que milita en la C.
Ese esfuerzo diario, al que Valentino le suma horas extra con trabajos personalizados para arqueros en el gimnasio, puede explicarse en la fe y en la práctica del budismo que este joven arquero adquirió desde chico a través de sus padres. “Si bien lo practicaba por herencia, a través de los años pude incorporarlo como parte fundamental de mi vida”, explica el futbolista de 18 años en una entrevista con Infobae.
Su historia con esta religión milenaria nacida en la India se fue profundizando con un hecho particular vinculado con el fútbol. Destefano pasó de Talleres de Remedios de Escalada a Claypole, pero por un tema administrativo, quedó inhabilitado por la AFA y estuvo sin jugar durante un mes.
“Esa situación me generó mucha ansiedad. Vivía con depresión y estaba muy triste. Hasta llegué a perder la pasión y me empecé a preguntar quién era. Me metí de lleno en el budismo. Al mes, no sólo estaba jugando, sino que mis compañeros me eligieron como capitán, que eso tiene un premio doble. Salimos campeones con mi división, me subieron a reserva, fui campeón invicto y tuve entrenamientos con la Primera. ¿Cómo no decir con orgullo que soy budista y cómo no compartir esta filosofía con la experiencia que me tocó vivir?”, contó orgulloso el arquero que se inició en la cantera de Banfield y tuvo un paso por Brown de Adrogué.
En cuanto a la práctica diaria del budismo, Valentino le dijo a este medio que es miembro de la organización Soka Gakkai y que tiene en su casa un altar en donde hace sus oraciones (Nam Myoho Renge Kyo) dos veces al día. Por la mañana, para “garantizar el triunfo en el día” y por la noche, “para agradecer”. “Hay muchas maneras de practicarlo y creo que una es la de buscar la felicidad en las personas de todas las maneras posibles, ya sea a través de una oración o de un deporte”, agregó.
La comunidad a la cual pertenece tiene su centro para jóvenes con distintas actividades culturales y deportivas. Incluso, en las redes sociales compartieron una foto con Lionel Messi recibiendo un obsequio que simboliza la paz en el mundo. El rosarino también grabó algunos videos invitando a reuniones budistas, pero no se le conoce vínculo alguno con esta religión. Distinto es el caso del italiano Roberto Baggio, quien encontró en el budismo un refugio.
La rutina diaria de Valentino con su religión no pasó inadvertida en sus compañeros de equipo, quienes lo bautizaron como El Buda. Las cargadas no faltan en los entrenamientos, pero Destefano se lo toma con humor e intenta que el resto del plantel también se sume al despertar espiritual: “En los viajes que hago con el club algunos me ven leyendo y me preguntan. Ya de por sí es raro que un futbolista esté leyendo y más que sea un libro budista japonés. Obviamente que las cargadas me las iban a hacer, pero hay algunos que están interesados. Fue una prueba para mí, porque tenía un carácter complicado, no toleraba que me cargaran. También pude reflexionar que a quienes me gastan también les haría muy bien practicar budismo. A mí ha dado una tranquilidad espiritual”.
El budismo cambió de manera integral al arquero, ya que transformó su conducta y lo hizo reflexionar acerca de situaciones puntuales que lo afectaban dentro y fuera de la cancha. “Haber entrado en el budismo me permitió encontrar la mejor versión de mi mismo y no ser víctima de las situaciones. Estoy tranquilo y enfocado en lo importante: antes, me metían un gol, me ponía a llorar y veía todo negativo. Hoy me pueden hacer 200 goles, me puede ir mal, pero mi temperamento no va a cambiar y entiendo que lo que pasa es para forjar al mejor Valentino del futuro. Por eso, trato de ser budista las 24 horas, ya que mi vida está en constante cambio”, afirmó.
Como resumen de la importancia del budismo en su vida, Valentino la definió como “una religión que promueve la paz” y que no permite que entre la violencia ni que sus compañeros la ejerzan: “Siempre que puedo, pido dialogar con el árbitro y mis rivales. Creo que debemos fijarnos primero en lo que uno está haciendo mal y después corregir, pero desde un lado del aliento”.
Si bien aún no debutó en la Primera de Claypole, club al que Destefano considera como el “mejor del mundo”, ya que le abrió las puertas para mostrar sus condiciones, tiene como objetivo en el corto plazo quedar como pieza fija en el plantel superior. “De chico pudo haber sido un sueño, pero ahora me doy cuenta que estoy muy cerca. A fin de año o el que viene puedo estar”, confía.
“Con todas estas herramientas que me ha dado la práctica de budismo no me limito a soñar y si me preguntás, te contesto: ¿Por qué no ser el arquero de la selección argentina y por qué no atajar en los mejores clubes del mundo? Mi máximo sueño o mejor dicho, mi misión, es cambiar el corazón del fútbol. Hoy vemos un deporte muy violento que se ha perdido los valores del juego y por qué no a través del cambio de mi propio corazón, poder cambiar el corazón del fútbol mundial”, concluyó Valentino, el arquero budista que quiere dejar su legado de paz.