Adrián Narváez y Delia Lúquez se llevan 45 años. Se conocieron en 1998, cuando él tenía 16 y ella 61, y fue un flechazo. Desde Mendoza, de donde son oriundos, repasan su historia de amor y cuentan los prejuicios a los que se enfrentaron
Adrián Narváez acaba de ganar el Certamen Literario Vendimia 2024 en la categoría Juvenil con su obra Mañana tal vez no sea. Sin embargo, detrás de este logro literario hay una historia que supera cualquier ficción: su relación con Delia Lúquez, una mujer 45 años mayor que él, con quien se casó hace casi 20 años. Él tiene 43; ella 88. Él es poeta y narrador y trabaja como bibliotecario en una escuela. Ella fue maestra de grado, se jubiló como directora y, desde entonces, se dedica a pintar y a dar clases de Dibujo y Pintura. “Estamos emocionados”, le dicen a Infobae desde el living de su casa, ubicada en la localidad de Rivadavia, provincia de Mendoza, minutos antes de comenzar la entrevista que se llevó adelante por videollamada.
La propuesta es repasar su historia de amor —la cual fue dada a conocer días atrás por el diario local Los Andes— que empezó en el año 1998, cuando se vieron por primera vez en una muestra de arte donde Delia exhibía algunas de sus obras. “Yo tenía 16 y ella 61. Hasta ahí, solo la conocía de nombre; porque cuando era niño mi mamá me había llevado a una de sus exposiciones”, cuenta Adrián. Tiempo después, ese primer encuentro cara a cara fue un flechazo para el adolescente. “Me acerqué y charlamos. Ella me habló de sus pinturas, yo le mostré mis poemas y mis cuentos y quedamos en vernos. Después empezamos a escribirnos cartas y entablamos una especie de amistad”, sigue él, que, al día de hoy, atesora los escritos que le enviaba su mujer en una carpeta. En esas hojas cuadriculadas tamaño oficio, Delia se dirigía a Adrián con “todo cariño” y en letra cursiva: “Enero o febrero, no lo recuerdo, pero… sé que encontré un amigo. Tal vez frágil, tal vez ingenuo, tal vez niño, pero sé que es bueno. Y aquí estoy yo, con mis nostalgias, con los ojos húmedos, como alondra herida que, de pronto, ya en su último aletear, encontró esa mano silenciosa, extendida, de quien logra, con su tierno cariño de hijo o amigo, detener mis tiempos las distancias compartidas. Hoy soy feliz porque te he encontrado, porque me recuerdas a aquellos años de mi adolescencia florida, llena de inquietudes y proyectos, de otoños amarillos y primaveras estrepitosas, donde todo es risa, canto y vida”, le decía.Adrián todavía atesora las cartas que le escribía Delia cuando se conocieron. “En la contratapa de la carpeta, hay pegado un souvenir de una de nuestras primeras salidas juntos”, dice él
Según Delia, para esa altura de su vida, ella se había dado por vencida en el amor. “Tuve un novio con el que salí durante siete años, pero lo dejé porque me enteré de que tenía una vida paralela. A partir de ese momento dije: ‘No quiero saber nada más con nadie’. Y eso que tuve oportunidades, porque mientras trabajaba en la escuela, primero como docente y luego como directora, me juntaba con otros colegas. Pero yo nunca le di entrada a ninguno. Hasta que se me apareció este pichón, bellísimo. Y ahí no sé…”, recuerda ahora y se ríe. “Bueno, en realidad, sí sé. Seguí el impulso de una amiga: ‘Dale, Delia’, me decía. A mí me preocupaba mucho el qué dirán; pero, por otro lado, sentía cosas. Un día yo estaba por subir a un micro y él apareció corriendo con una plantita para regalármela en una maceta. Fue tan magnífico eso. Yo pensaba: ‘Qué atención tan especial’. Otro día nos juntamos a charlar y me trajo otro presente: una lapicera. Entonces ahí me animé y le pregunté: ‘Adrián, ¿te pasa algo conmigo?’. ‘Sí’, me dijo. ‘Estoy enamorado de usted’“.El 18 de marzo de 2005, después de siete años de novios, Delia y Adrián pasaron por el Registro Civil
A escondidas
Después de aquella declaración de amor, Delia y Adrián mantuvieron un romance en secreto durante un año. “Nos veíamos acá, a su casa. Ella estaba sola en la vida y tenía una dama de compañía. Entonces, para evitar suspicacias en el barrio, yo venía y jugábamos a las cartas o compartíamos un trago entre los tres. Después, cuando esta señora se iba a dormir, nosotros nos quedábamos conversando hasta tarde”, recapitula Adrián que, a pesar de haber blanqueado sus sentimientos, pasó varios meses sin poder tutear a Delia. “Qué extraño. Me está besando y me sigue tratando de ‘usted’“, pensaba ella.
De acuerdo con el relato de la pareja, desde el inicio, los dos supieron que lo que les pasaba no iba a terminar siendo una aventura. “Nosotros pertenecemos a una organización religiosa, los testigos de Jehová, que propone ciertas normas de conducta sumamente éticas. Por eso, recién mantuvimos relaciones sexuales cuando nos casamos”, detalla Adrián. Y suma: “De hecho, tampoco se nos permitía estar solos. Así que, si esa señora que la acompañaba a Delia no hubiera estado, yo no hubiera podido ir a su casa. No me hubieran dejado porque en ese momento yo era miembro activo de la comunidad. Luego me retiré”.
Finalmente, después de doce meses de clandestinidad, decidieron que ya no iban a seguir ocultándose e hicieron pública su relación. “Y bueno, ahí empezó todo… El padre me aceptó enseguida, pero la mamá no quería saber nada”, dice Delia. “Eran celos”, explica él y reconoce que hubo varias personas del entorno que no aceptaban que ellos estuvieran juntos: “No comprendían que, a pesar de la diferencia de edad, pudiéramos querernos. Al principio hicieron lo imposible por separarnos”.
“A mí no me molestaba la diferencia de edad. Solo me daba miedo exponerlo. ‘¿Qué van a decir?’, pensaba. Pero, por otro lado, era un amor tan puro y sano…”, sigue Delia. Adrián, en cambio, jamás sintió peso por el qué dirán. “Nunca me he avergonzado de la diferencia de edad. Honestamente, no la noto. Y a pesar de que son 45 años, yo voy con ella a todos lados”, asegura.Delia y Adrián en el living de su casa. “A pesar de que nos llevamos 45 años, nunca sentí vergüenza por eso. Honestamente, no noto la diferencia”, dice él
Sí, acepto
Después de un noviazgo de siete años, el 18 de marzo de 2005, Delia y Adrián pasaron por el Registro Civil. Para esa altura, él tenía 24 recién cumplidos y ella 68. “Si Dios quiere, este año celebramos 20 de casados”, dice él. Y sigue: “A lo largo de este tiempo hemos pasado muchas vicisitudes. Desde 2009, a Delia tuvieron que operarla como ocho veces: de la cadera, de la rodilla, de los ojos, de la vesícula… La peor fue la última, cuando la internaron en una unidad coronaria por una arritmia y no pude verla. Estuvo como dos días totalmente incomunicada. Fue duro para ambos”, cuenta.
“Me acuerdo cuando lo vi acercarse y llorar abrazado a mí. Fue una emoción tan grande. Adrián es todo para mí. Él siempre está atento lo que necesito, me cocina y me hace chistes”, dice Delia. “Le hago chistes a propósito para que se ría. Amo verla reír”, dice él. Hace una pausa y agrega: “Delia, ‘La gorda’ como le digo cariñosamente, es mi vida entera. Te lo puedo argumentar, imaginate que es la única novia que tuve en mi vida y tengo 43 años”.Las tapas de los dos libros que publicó Adrián están ilustradas con obras de Delia
La admiración entre Delia y Adrián es mutua. Tanto es así que, en más de una oportunidad, compartieron en público lo que cada uno mejor sabe hacer. “Durante las exposiciones de ella, yo recitaba poemas. Y, cuando yo presentaba mis libros, ella exponía sus obras. De hecho, las tapas de mis dos ejemplares están ilustradas con cuadros de ella”, cuenta Adrián, muy orgulloso de su esposa. Delia lo escucha antena, embelesada, y confiesa: “Mi miedo siempre fue y sigue siendo que me quiten el marido. Él es tan buen mozo, tan amiguero, tan dado… Y ahora, después de ganar el Certamen Literario Vendimia 2024, también es famoso. Entonces a veces me siento celosa. De todas formas, si el día de mañana él me dice: ‘Bueno, hasta acá llegamos. Tengo ganas de estar con una mujer más joven’; no me voy a oponer”.
Adrián, por las dudas, aclara: “A mí las chicas jóvenes nunca me gustaron. De hecho, a mis 16 años, yo no pensaba como una persona de mi edad. Todo el mundo me lo decía. Incluso, hasta físicamente, siempre aparenté más grande. Siento que yo nací en la época equivocada. Tendría que haber nacido en 1930. Me atrae todo lo antiguo: las casas antiguas, los autos antiguos…”, dice. “La esposa antigua”, suma Delia y, entre los dos, se ríen a carcajadas.