Las despensas de barrio eliminaron rubros por la caída de la demanda, como en los lácteos. También se cambió la pulpa vacuna por las achuras.
La crisis que afecta el poder adquisitivo de los trabajadores y las familias tiene uno de sus indicadores directos en los vaivenes de la demanda que se registran en los comercios de cercanía. Los barrios populares de las grandes ciudades argentinas comparten fisonomías y situaciones que le dan una identidad propia.
Despensas, almacenes, maxikioscos o pequeños supermercados son parte del paisaje en vastos sectores residenciales de ingresos medios y bajos. Y a la luz de los fuertes ajustes que producen desde hace meses la alta inflación y el atraso de los salarios, los hábitos de consumo exhiben su cara más desnuda y real en los mostradores de estos pequeños emprendimientos comerciales.
Una de las características principales del almacén de barrio es contar en su acotada oferta con productos imprescindibles. Sin lujos en sus vitrinas y heladeras, lo que el cliente busca al cruzar la calle desde su casa, además de la afabilidad que crea el trato de años con el propietario y vecino, es ese bien indispensable para salir del paso en el momento. Y esa necesidad es la que cambia de acuerdo con la profundidad del deterioro económico.
LA REALIDAD EN ZONA SUR Y BARRANQUERAS
diario Norte entrevistó a las dueñas de dos almacenes, uno de zona sur en Resistencia y otro en el barrio La Loma de Barranqueras. Ambas coincidieron en los trazos fundamentales del panorama actual: la gente compra día a día de acuerdo con lo que tiene en el bolsillo en esa jornada.
“Hay períodos en que ves que los vecinos se proveen en grandes supermercados. Hacen compras quincenales o mensuales, y solo acuden acá para llevar una gaseosa, una cerveza, los cigarrillos, algún gustito o algo que justo les falta. Desde hace un tiempo se ve que suspendieron la ida al híper y llevan comestibles como para cocinar una vez. Fideos, salchichas, pan”, indicó una de las mujeres.
“Los años en que la situación está mejor ajustamos el stock por lo que vemos que se pide. Pasa mucho con los lácteos y los fiambres. La gente pregunta si hay, y cuando varios nos solicitan llamamos al proveedor y tenemos disponibles esos productos. Pero ni bien empieza a cambiar la mano, es lo que primero que se suspende, ya que se deben conservar refrigerados, se vencen y no salen. Es una señal infalible de que vienen tiempos duros”, comentó la otra.
Otro punto en común fue advertir que en casos extremos se ha dejado de comprar pañales descartables. “Conozco varias mamás que vienen al negocio y ya no los llevan. En la charla comentan que volvieron a la bombacha de goma y los pañales de tela lavables. La realidad es que hoy es un gasto inalcanzable para quienes apenas tienen unos pesos para comer y priorizan lógicamente llevar algo a la mesa. Esperemos que esto mejore cuanto antes”, indicaron.