La actriz reveló la mala inversión que realizó y que la dejó en una situación complicada financieramente.
María del Carmen Valenzuela estuvo en La Peña de Morfi y tuvo una larga charla con la conductora del ciclo, Georgina Barbarossa. Allí, la actriz de extensa trayectoria habló sobre su vida personal, artística, y también de sus actividades por fuera de su pasión actoral. En ese contexto reveló que realizó una inversión que no salió como esperaba.
La actriz explicó que se dedicó toda su vida a la actuación. Comenzó su carrera como Etelvina Baldesarre en la primera edición de Señorita Maestra en la década del ’60, e indicó que a partir de ese momento solo estuvo sin trabajo de lo suyo durante un año. Y que en ese período vendió joyas.
Entonces, Barbarossa señaló la necesidad económica que tienen los actores de trabajar constantemente, sobre todo si tienen hijos, y destacó lo que para ella es una creencia popular: “Porque viste que la gente tiene la fantasía de que todos somos millonarios porque estamos en la televisión y el teatro”.
“Sí”, asintió Valenzuela, para luego aclarar: “Yo alquilo”. Y, de inmediato, agregó: “Yo perdí todo. Lo que tenía ahorrado lo perdí con un proyecto que iba a hacer en el campo, que era mi sueño”.
“¿Eso del hotel?”, quiso saber la anfitriona de La Peña de Morfi. “Sí, exacto, hotel y restaurante. Perdí todo. Entonces, ahora es volver a empezar”, respondió la invitada. “¿Por qué empezaste con el hotel y no te fue bien?”, preguntó la conductora. “No. No resultó lo que esperábamos”.
Barbarossa hizo una reflexión: “Es que nosotros los actores… o yo, cada vez que quiero hacer algo, otro negocio que no es de teatro, me fundo, me va pésimo”. “No somos del palo”, añadió Valenzuela, continuando el razonamiento de la anfitriona y luego expresó: “Bueno, ahora con los muebles espero que me vaya bien”.
La actriz que actualmente brilla en la obra Tom, Dick y Harry en el Multiteatro había contado un momento antes que en los últimos tiempos dedicaba parte de sus horas libres a restaurar muebles. La artista contó que tenía un lugar en su casa, en la parte de arriba, que utilizaba como un taller y que ya había intervenido muchos muebles que compraba o encontraba en la calle. Definió esa ocupación como una “terapia” y como algo “alucinante”, frente a lo que también anunció que estaba por trabajar en un cuadro antiguo.